Algunas personas, consciente o inconscientemente eligen caminar solas porque tienen miedo.
Cuando sentimos miedo tratamos de controlar la situación y a las personas alrededor nuestro o las evitamos para no sentir ese sentimiento tan paralizante.
La mente considera el vínculo con otra persona como un peligro y percibe que tener una relación de pareja es igual a sufrimiento.
Porque las emociones tienen memoria y nuestras inseguridades crean bloqueos emocionales. De manera que cuando una persona quiere iniciar una relación, no logra forjar vínculos profundos.
La memoria emocional nos lleva a esos momentos de dolor después de una ruptura amorosa, el recuerdo de cómo nos costó superar la relación persiste en nosotros mucho después de haber terminado.
Una manera inconsciente que tenemos de controlar o evitar esto es creando una burbuja de bienestar que cuando se ve amenazada, comenzamos a dudar y nos alejemos de la situación.
En conclusión, controlamos o evitamos nuestro entorno y a las personas con quien nos relacionamos para no afectar nuestra burbuja de bienestar.
El niño interior herido es la raíz de nuestras relaciones tóxicas y el niño herido tiene miedo.
Las heridas emocionales de nuestra infancia nos acompañan hasta la edad adulta. En la adultez si no hemos sanado y aprendido a gestionar las emociones, vamos a reaccionar con pataletas como cuando a un niño le quitan su juguete preferido.